viernes, 18 de marzo de 2011

El diario de Kristen
Capítulo 36. Algo inesperado


Me quedé pensando en lo que aquello podía significar pero no había manera de que se me ocurriese lo que podría ser. Fruncí el ceño enfadada conmigo misma por no saber la respuesta. Quería, necesitaba saber qué sería lo especial de aquella salida. 

Me dejó al lado de un banco y él se sentó en él. Le miré sin desear hacerlo ya que en poco tiempo me dejaría sola como siempre temía que hiciesen pero total, que mas daba, siempre sería así. 

Sus profundos ojos azules me miraron fijamente. Me mordí el labio inferior y suspiré, comencé a mirar hacia el frente intentando comprender todo lo que podía estar él pensando. 

- Kristen... no sé si mañana nos podamos ver -musitó-. Intentaré que así sea pero tengo que hacer algunas cosas ya que al día siguiente volveré a trabajar. 

- Amm... y ¿para qué me cuentas eso? -fruncí mi ceño. 

- Kristen, es que antes de que.. de que me vaya quiero saber algo -susurró y se acercó a mí. 

Me encogí de hombros y mientras respiré hondo desvié mi mirada y le observé. 

- ¿Qué? ¿Qué quieres saber? -gruñí bastante enfadada notando como en mi interior el odio comenzaba a ser muy fuerte. 

Intentaba odiar a toda persona que me hacía daño aunque jamás lo conseguía. En mi interior seguía queriendo a esa persona pero a sus ojos no sentía nada por ella salvo rechazo, puro y completo rechazo. 

- ¿Te...te molesta que me vaya? -susurró y bajó su mirada hasta sus manos mientras sus mejillas se sonrojaban levemente. 

Le miré atónita. ¿Cómo se atrevía a decirme aquello? ¿Se pensaba que me importaba? No, jamás sería así. No me importaba en absoluto. ¿A quién engañaba? Me molestaba que se fuese pero no dejaría que él lo supiese, ni siquiera que lo sospechase. 

- ¿A que viene esa estúpida pregunta? -dije intentando con mi tono ser lo más hiriente que pudiese. 

- Bueno, pues que me gustaría que me contestases a esa pregunta si no es mucha molestia -susurró entre suspiros. 

Gruñí internamente. Una parte de mí comenzaba a estar infinitamente molesta pero otra deseaba contarle la verdad, quería decirle que sí, que le necesitaba conmigo porque por alguna estúpida razón me hacía sentir bien. Estar a su lado hacía que no me sintiese sola algo que solo me sucedía en su presencia ya que él parecía haber conseguido calar en mí de alguna manera. 

- Robert... diga lo que diga nada cambiará.. te irás igual -susurré y le miré-. Tan solo espero que te vaya bien allí donde estés trabajando. 

Sus ojos azules volvieron a mirarme intensamente mientras sentía como me tensaba. Mi corazón quería que le dijese la pura verdad pero no lo haría. 

- Hace mucho que quiero hacer algo...-susurró mientras se acercaba y quitaba un mechón de mi pelo poniéndolo tras mi oreja. 

Fruncí el ceño y le miré mientras se acercaba completamente confundida. ¿Qué es lo que había querido hacer hacía mucho tiempo? ¿Tenía planeado acaso pegarme o hacerme daño? Seguramente le divertía que en el fondo me molestase que se fuese. Eso significaría un logro para él, la chica de hielo no lo era tanto. 

- ¿El qué? -musité. 

En ese momento comenzó a acercarse más a mí mientras me tensaba aún más. Su aliento comenzó a rozar mi rostro haciendo que mi respiración se disparase. Sus dedos comenzaron a acariciar mi mejilla con lentitud. 

Se acercó más a mí y entonces sus labios comenzaron a rozar los míos con suma lentitud mientras instintivamente cerraba los ojos. 

Después sus manos se afirmaron lentamente alrededor de mis mejillas cubriéndolas por completo, entonces me besó con lenta y dulcemente. 

El diario de Kristen
Capítulo 37. El beso


Sus suaves labios seguían besando los míos. Aquella era una sensación completamente diferente a lo que esperaba. Fruncí mi ceño mientras seguía besándome intentando saber porqué razón en mi estómago comenzaba a sentir una sensación de hormigueo. 

Sus dedos continuaban acariciando mi mejilla lentamente como si mi piel fuese lo más hermoso que hubiesen tocado, que hubiesen acariciado. 

Mi piel seguía erizándose por la ternura de sus caricias. Mis labios lentamente se iban amoldando lentamente a los suyos aunque no sabía que debía hacer en aquella situación. 

Sus labios comenzaban a pegarse más a los míos haciendo que sintiese la necesidad de continuar aquel beso que no parecía ir a más sino que tan solo parecía ser una muestra de un sentimiento puro y dulce. 

No pude controlar lo que mi cuerpo hacía por lo que comencé a devolver lentamente su beso mientras sentía como las comisuras de sus labios se curvaban hacia arriba ocultando una sonrisa en aquel beso. 

Sus manos entonces se posaron en mi cabello y comenzaron a acariciarlo con muchísima lentitud. Una de mis manos temblorosa se fue acercando lentamente hasta su antebrazo y la posé sobre él. Con mucho cuidado como si fuese a romperse empecé a acariciar lentamente su extremidad. 

Sentí bajo mi palma como su piel se ponía de gallina, se erizaba lentamente poco a poco. Suspiró entre nuestros labios sin separarlos y fruncí un poco mi ceño. 

En ese momento comprendí que aquello estaba muy mal. Él me estaba besando para irse después para dejarme allí con el recuerdo de ese momento. 

No le permitiría que pensase que aquello había sido importante para mí, si es que lo había sido. Sí, era mi primer beso pero eso él lo desconocía y no iba a saber nunca la verdad. Jamás le sabría que él fue el único que había conseguido rozar mis labios de aquella manera. 

El odio se volvió a apoderar de mí y le aparté bruscamente. 

- ¡No! -grité mientras sus ojos azules me miraban con completa incredulidad. 

- ¿Por..por qué? -musitó completamente incrédulo. 

- ¿Por qué? ¿Te atreves a preguntarme porqué? -le dije medio gritando. 

- Sí, no lo entiendo... 

- ¡¿Por qué me besas si te vas a ir?! ¡Te vas y quieres que deje que me beses! Tú no tienes vergüenza! -gruñí enfada y comencé a caminar como pude con la silla de ruedas girando con mis brazos las ruedas para poder avanzar. 

- Kris..Kristen pero... -comenzó lentamente él. 

- ¡Pero nada! ¡Déjame en paz! -grité y entré como me fue posible en el lugar. 

En ese momento cuando estaba apunto de entrar por la puerta, Robert me agarró por la silla de ruedas y me volvió a sacar al patio. 

- Kristen, por favor, no es lo que piensas en absoluto -frunció su ceño mirándome pero con mucha tristeza. 

- Déjame -susurré mirándole-. Te vas y me dejas. 

Tomó mi rostro entre sus manos acariciando lentamente muy lentamente mis mejillas con sus pulgares mientras me miraba con intensidad a los ojos haciendo que me perdiese en sus hermosos ojos azules mientras él suspiraba. 

- ¿Entonces te importa que me vaya? -susurró como con cautela. 

- Eso da igual, déjame que me vaya ahora -le exigí medio gruñendo. 

Él lentamente volvió a acercarse. 

- Si me dejases explicarte...-musitó muy bajo. 

- No, no quiero que nada me expliques -me separé bruscamente y volví a entrar al hospital tan rápido como me fue posible. 


































No sé como pero llegué al fin a mi habitación y comencé a llorar desconsoladamente en la cama. Utilizarme era lo último que podía añadir a la lista de sufrimiento que ya tenía pero no lloraba por eso sino por el verdadero daño que me ocasionaba que Robert se fuese, que se marchase y que no pareciese realmente importarle irse de mi lado porque si me hubiese querido no me abandonaría de esa manera tan asombrosamente cruel. 

Me quedé dormida después de unas horas para que de esa manera el dolor de mi pecho dejase de molestarme al menos unos minutos.
El diario de Kristen 
Capítulo 38. ¿Enemigas o amigas? 


El sueño había conseguido invadirme y de esa manera parecía paliarse el dolor que sentía en mi pecho, las lágrimas ya no caían y el miedo ante lo que pudiese sucederme en mi estado de inconsciencia había desaparecido por completo. 

Extrañamente me sentía bien, me sentía segura. Sabía que si algo me dolía o si algo hacía que me pusiese nerviosa mi cuerpo reaccionaría y despertaría de aquel mundo fantástico donde nada es imposible. 

Estaba tal y como me encontraba en la habitación. Dormía sobre la cama como si estuviese viéndolo todo a tiempo real. 

Parecía serena y eso me agradaba, saber que al menos durante unos minutos podía estar en paz, calmada sin que nada me atormentase. 

La puerta de la habitación se abrió y aparecí yo. ¡Volvía a sucederme! Pero no me despertaba, no conseguía levantarme tan solo en aquel momento permanecía completamente quieta. 

Se acercó con calma hasta mí y por extraño que pareciese me acarició el pelo mientras descansaba. Eso hizo que me despertase y mirase mi propio reflejo aunque sin espejo de por medio. 

No tenía el aspecto aterrador que solía tener pero aún así me daba pánico estar a su lado ya que desconocía por completo sus intenciones. 

Ella me sonrió y se sentó a los pies de la cama mientras yo me abrazaba las piernas como intentando protegerme. 

- Siento mucho que otra vez estés volviendo a sufrir -musitó mientras un suspiro escapaba de sus labios. 

¿Se estaba realmente preocupando por mí? Si ella había conseguido que sufriese mucho más que nadie en el mundo. 

- Sé que yo he podido hacer determinadas cosas dolorosas para ti pero eso no significa que no me importes. Yo no quiero matarte a ti sino eliminar la forma que tienes de actuar, esa horrible manera de ser. Quiero que seas dura, que nada ni nadie te haga daño, que siempre estés conmigo y eso te sea más que suficiente. Las relaciones sociales realmente poco importan. ¿No te das cuenta que en todas y cada una de ellas sales lastimada? Todos son malos, tú no tienes porqué sufrir de nuevo todo eso, todo lo que pasaste. Vuelve a ponerte esa coraza que jamás debiste quitarte y no vuelvas a decirle a nadie nada de lo que te ocurre. Yo te ayudaré. Confía en mí y dame fuerzas para que puedas seguir estando bien, te prometo que lo haré. 


¿Qué estaba pasando? ¿De verdad le importaba? Para ser sinceros su discurso me agradaba, me gustaba lo que me ofrecía. No volver a sufrir, no enfrentar mis miedo nunca más, quedarme así tal y como estaba dando importancia tan solo a lo que realmente la tiene y no a aquello que los médicos quieren que le dé. ¿Yo? No tenía ningún problema, es más tenía una aliada que me ayudaría a salir de aquel lugar. No estaba loca, tan solo había tenido más suerte que todos los demás porque en mí misma había conseguido encontrar el apoyo que necesitaba. Era autosuficiente. 

- ¿Qué me dices? ¿Confiarás en mí? -sonrió mientras me miraba fijamente. 

Lo medité unos instantes. ¿Por qué extraño motivo una parte de mí me decía que aquello estaba mal? Era lo mejor para mí, me estaba ofreciendo que no volviese a sufrir más porque la tendría a ella conmigo y me ayudaría a que todo el dolor jamás llegase a mí. 

¡Despierta! -gritaba algo en mi interior.

¿Pero porqué? Yo quería decir que sí a aquel ventajoso trato, a aquella maravillosa vida que me estaba mostrando. 

¡Despierta! -volvió a gritar con más fuerza. 

No quería, no lo deseaba. Kristen aún me miraba sonriente esperando que le diese la respuesta afirmativa que ambas queríamos escuchar. 

¡Despierta! -escuché mucho más fuerte. 


Abrí los ojos sobresaltada en aquella habitación vacía. Debía estar delirando. ¿Por qué le había hecho caso a aquella voz interna que me había fritado para que volviese a la consciencia? Estaba a punto de aceptar el cielo en la tierra. Para mí no sufrir jamás era el mismísimo edén y ella, la que había considerado mi enemiga me lo estaba ofreciendo en bandeja de plata. 

¿Por qué no debía decirle que sí? ¿Por qué debía negarlo? Quería ese mundo y lo aceptaría. 
El diario de Kristen
Capítulo 39. Entresijos


Me quedé sentada en la cama. Me dolía la cabeza de tanto pensar. Todo el tiempo estaba meditando sobre millones de cosas y ahora se había añadido a mi lista la posibilidad de vivir toda la vida feliz o al menos sin sufrimiento que no siempre tiene porque significar lo mismo. 

Por tendencia era la persona más desconfiada del planeta e intentaba ver todos los pros y los contras posibles de cada una de las decisiones. Siendo precisos era aún más enrevesada que eso. Buscaba los posibles entresijos que pudiese haber dentro de aquellas propuestas pero por alguna razón muy extraña no los buscaba en el maravilloso ofrecimiento que ella me daba. 

Entrecerré los ojos. Fruncí mi ceño levemente y después cerré por completo los ojos. No tenía manera de concentrarme para poder pensar e intentar ver el lado negativo de aquella propuesta. Me dolía muchísimo la cabeza por todo lo que en poco tiempo estaba pasando, por toda la lista de cosas que cada segundo me inundaban para que volviese una y otra vez a desmenuzarlas e intentar encontrar los entresijos que seguro ni había en ellas. 

Pasé mi manos por mi frente intentando de esa manera borrar por completo lo que sea que estuviese meditando sin ni siquiera percatarme. 

Detestaba que aquello fuese automático y no encontrase manera de pararlo. 

Debía intentar pensar sobre aquello que me había propuesto de manera tan altruista la otra parte de mi ser. Fruncí levemente mi ceño y me intenté concentrar en aquello que debía meditar, escudriñar hasta el punto de desmenuzarlo y que ni una sola de las múltiples posibilidades quedase fuera de mi conocimiento. 

Ella me proponía la ausencia de dolor que aquella presión que tenía en mi pecho desapareciese por completo. Era demasiado bonito. Por algún motivo algo dentro de mí quería que no lo aceptase. 

¿Por qué podría proponerme algo tan altruista para nada? Ella había hecho todo lo posible para que intentase irme de este mundo y causarme el mayor de los miedos que jamás hubiese tenido. ¿Tenía que fiarme ahora de ella? Me daba muchísimo pánico que en cualquiera momento decidiese volver a enviar aquella alucinación horrible que había tenido en dos ocasiones. 

¿Podría eso significar que escondía algo detrás de aquel ofrecimiento? Puede que ella realmente se llevase algo si yo aceptaba que fuese...claro ahí lo tenía. Yo sería su esclava, ella controlaría absolutamente todo lo que yo podía o no podía hacer. ¿Ella realmente quería eso? ¿Por qué no podía desearlo? 

No podía existir si yo no le daba fuerza para que siguiese controlando mi mente, mi cuerpo... para que gobernase por completo mi ser. Si yo aceptaba aquello ¿significaría realmente lo que ella me proponía no era tan altruista? Por supuesto que no, no sería un mundo de felicidad, sin sufrimiento sino que sería el mismo mundo, pasaría las mismas calamidades pero ella tendría mayor control sobre mí, sobre mi cuerpo y mi vida. Ella quería matar la personalidad que yo tenia, quería que cambiase de manera radical para que ella viviese. 

Dios santo, aquello, todo era tan horriblemente retorcido. ¿Quién piensa que todo eso puede suceder? ¿Quién discute con sigo misma por quién domina su mente, su cuerpo y sus sentimientos? Nadie. Solamente yo, una chica que cruza la línea tan fina que hay entre coherencia y la demencia. Yo, Kristen Stewart, la chica que desde hace año no sabe ni en el mundo que vive.
El diario de Kristen
Capítulo 40. Alucinación


Mi cabeza me iba a estallar. Me hubiese encantado poder irme a cualquier lugar lejos de donde estaba en donde nadie ni yo misma pudiese localizarme. 

Me levanté de la cama y me dirigí hacia la ventana. Miré por ella intentando centrar mi atención a algo que estuviese fuera aunque fuese el contoneo de las hojas pero parecía que el cruel destino hubiese paralizado todo para que así no pudiese pensar en nada fuera de lo que debía analizar. 

No quería meditar más. Estaba cansada de no ver salida en nada, de sentirme como una completa chiflada que acaba viendo como la única salida para que todo termine es sucumbir a la única posibilidad que pueda considerar como aceptable. ¿Cómo puedo considerarlo así? Ni yo misma lo sé pero temo decir que puede llegar a considerarse como la más cómoda y obviamente quizá lo sea aunque lidiar con todos los fantasmas que hay en el interior de una sola mente puede causar más que dolor. 

No, no debía dejarme llevar por la locura pero a veces parecía tan inevitable... 

Puse mi frente contra la ventana, quizá el frío cristal despejaría mi mente un poco o al menos aliviaría mi dolor de cabeza. Sentía como si las sienes me fuesen a explotar en cualquier momento. 

Respiré hondo y cerré mis ojos. Entonces fue el momento definitivo de en el que comprendí hasta que punto era capaz de llegar para torturarme. 

Sentí como unos brazos rodearon mi cintura. Unos brazos que emanaban un calor tan acogedor, tan familiar para mí pero a la vez me hacía sentir deseos de vomitar. 

Mi cuerpo se tensaba completamente mientras las manos de aquellos brazos comenzaban a acariciar con lentitud mi cintura describiendo pequeñas ondas que hacían que mi piel se erizase instintivamente. 

Sentía su cálido aliento en mi nuca. Toda mi piel se puso de gallina. Un tierno beso depositó en mi nuca.

- Kristen -susurró en mi oído para que después la punta de su nariz recorriese una y otra vez con determinación pero suavidad toda la longitud de mi cuello. 

Reconocí la voz de aquella persona inmediatamente pero no podía creerme que fuese real por lo que permanecí en la misma posición. 

Robert se había ido y no iba a volver, el mismo me lo había dicho pero aún así su tacto era lo que parecía demandar mi cuerpo a cada instante. ¿Qué me había hecho? ¿Por qué me castigaba así hasta cuando no estaba? Me dijo que me protegería y él me está haciendo mucho más daño que otros. Ahora más que nunca lo necesito, necesito no sentirme sola. 

Las lágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas y en ellas supe que estaba su rostro grabado, cada momento que había pasado con él, cada sonrisa que me había regalado, cada mirada que había conseguido que no me sintiese sola estaba allí, reflejada en cada una de las lágrimas que ahora derramaba. 

- Kristen -musitó contra mi oído mientras sentía como sus manos se ceñían en mi cintura apretándome contra su cuerpo. 

No, aquello no era real. Sabía que no estaba allí no podía estarlo, él había desaparecido para siempre y tenía que lograr que desapareciese ahora de allí me costase lo que me costase. 

- Vete -dije lo más fría que pude-, vete Robert no te quiero volver a ver.. déjame en paz. Sal de mi mente. 

Sus manos se posaron sobre mis costados y me giró con brusquedad haciendo que mirase sus ojos azules aquellos que habían conseguido tan solo una vez hacer que pensase que en realidad la vida valía la pena si conocías a alguien a quien le importases. 

- Yo no decidí meterme, tú me has metido en tu mente, si me estás viendo es porque lo deseas. Sé sincera contigo misma, no quieres sacarme de tu vida. Eso es lo último que ansías pero no me lo dijiste y por eso no soy yo el que ahora está aquí contigo diciéndote que me quedaré pase lo que pase -susurró mirándome fijamente para que no me perdiese de esa manera ni una sola de sus palabras aunque le hubiese escuchado de la misma manera. 

- Tú no sabes lo que quiero o lo que no, y si estás aquí es porque has sido el único que se ha preocupado por mí, el único que ha estado cuando me sentía sola, tan sola como nunca me he sentido... -dije mientras apretaba mis puños-. Pero te fuiste y ahora ya no me importas.. ahora vete. 

Él respiró hondo y se separó de mí para mirarme mejor. 

- Si eso es lo que quieres es lo que haré... -musitó. 

Segundos después desaparecía de delante de mí y sin aguantar más me deslicé por la pared que estaba a mi espalda hasta quedar sentada en el suelo sujetándome la cabeza.

¿Acaso el dolor no terminaría nunca?
El diario de Kristen
Capítulo 41. El poder de ella


Aquella alucinación había sido la más dolorosa de mi vida. Suspiré e intenté serenarme ya que mi corazón comenzaba a ir a mil por hora de nuevo. 

Me detesto. Odio que pueda pasarme todo esto. Destruyo lo poco que avanzo en tan solo unos segundos. Suspiré de nuevo intentando llenar mis pulmones con un maravilloso aire que ojalá fuese puro. 

En ese momento el dolor de cabeza fue en aumento. Las luces de la habitación comenzaron a centellear y después terminaron por apagarse por completo. 

Me abracé fuerte las piernas intentando controlarme. Era solo un apagón, tan solo sería eso y nada más. La oscuridad rara vez conseguía alterarme tanto pero estaba claro que algo dentro de mí sabía que aquel había sido el principio del fin. Comenzaría otra vez a sentir la presión en mi pecho y el sufrimiento sería aún mayor que muchísimo antes. 

Volvía a sentirme aún más sola que antes. En mi pecho la angustia se hacía patente y la oscuridad no ayudaba mucho a que me sintiese en compañía pero al final resultaba que jamás me conseguía sentir en compañía aunque estuviese en medio de muchísima gente. En realidad no era eso del todo cierto, con Robert si me sentía en compañía, comprendía que aquella agradable sensación de la que todos hablaban existía y no era inventada. 

Poco tiempo más pude pensar ya que me quedé paralizada al sentir como unas manos heladas comenzaban a reptar por mis piernas. Me quité las manos de la cara y abrí los ojos, nada podía ver pero la nivea piel de aquellas manos parecía hasta tener luz propia. 

Me agarraron con fuerza las piernas y no supe ni como aparecieron otras manos que con la misma brutalidad pegaron mis brazos contra la pared pero la helada piel no solo se quedó ahí sino que también me tapo la boca evitando por completo toda posibilidad de grito o chillido por mi parte. 

Mi cuerpo estaba completamente entumecido y no habría podido aunque hubiese querido resistirme a aquella horrible trampa. 

En el otro extremo de la habitación comencé a sentir una respiración y la temperatura de la habitación descendió como nunca. A mi alrededor había muchos vahos distintos que me dieron a entender que aquellas manos no salían de la nada sino que tenían sus dueños. 

Sentía deseos de llorar pero no podía hacerlo por propio orgullo. Sabía que ella estaba detrás de todo esto. Ella intentaba intimidarme para que le diese la respuesta afirmativa que había deseado darle. 

Al fondo de la habitación un vaho aparecía y desaparecía rápidamente y supe que era ella escondiéndose entre las sombras como era su fea costumbre. No podía chillarle que diese la cara porque aquellas heladas manos me lo impedían. 

- ¿Aún estás considerando mi propuesta como posible? -dijo con aquella voz tan desagradable que hizo que toda mi piel se pusiese de gallina. 

Gruñí un poco intentando que aquellas manos asquerosamente heladas me soltasen. Empecé a forcejear pero ninguna de ellas cedieron, parecían hechas de puro mármol. 

Asentí como pude ya que ahora habían pegado mi cabeza por completo a la pared para que me moviese lo menos posible. 

Aquello comenzaba a aterrorizar de verdad. Ahora sentía todo muchísimo más como si fuese real. Me dolía la manera en la que aquellas gélidas manos me agarraban con todas sus fuerzas y sentía como poco a poco se ceñían mucho más sobre mis articulaciones haciendo que sintiese dolor, verdadero dolor como si de verdad alguien las estuviese apretando. 

¿Podría una alucinación conseguir romperme algún hueso? Quizá sí si yo le daba ese poder. 

Entonces mordí una de aquellas manos y la luz se encendió rápidamente. Una de las enfermeras entró en mi habitación mientras que intentaba controlar mi respiración que por el terror estaba aceleradísima. 

- Kristen, ¿estás bien? ¿Estás muy pálida? -preguntó la mujer. 

- Sí...estoy bien -musité mientras me levantaba como podía del suelo. 

Me dirigí medio tambaleándome hasta la cama sintiendo adoloridas todas mis articulaciones y me tumbé en ella. 

El cansancio estaba llamando de nuevo a mi puerta y no me extrañaba ya que me estaba agotando por completo psicológicamente con todo lo que estaba sucediendo.
El diario de Kristen
Capítulo 42. De mi mente al papel


Pude despertarme unas horas después. Parecía que el agotamiento había remitido pero el intenso pánico, el frío que de aquellas manos y las intensas ganas de llorar aún seguían en mí, aún las sentía. Me acechaban. 

No descasaba últimamente bien pero pensaba que era suficiente ya que podía seguir despertándome sin problemas. En ocasiones hasta pasaba las noches en vela pensando o tarareando una canción para no encontrarme peor de lo que ya me encontraba. 

Me mordí mi labio inferior intentando contener las lágrimas que quería ser libres de la trampa de mi lacrimal pero no se lo permitiría. 

Supuse que necesitaba desahogarme un poco y no tenía a nadie conmigo para que pudiese contarle lo que me estaba sucediendo y para ser exactos no se lo explicaría en realidad. Me quedaría mirando a otro lugar mientras mi mente si chillaba lo que me pasaba pero obviamente no tengo la suerte de tener telepatía con absolutamente nadie. 

Estiré mi brazo y tomé las páginas del diario junto al bolígrafo barato que ya comenzaba a carecer un poco de tinta pero si eso sucedía pediría otro ya que así conseguía al menos relajarme unos segundos. 

¿Puede alguien perder la locura si no descansa lo necesario? Todo lo que me está sucediendo, día y noche esta consiguiendo transtornarme. Jamás conseguiré olvidarlo y todo porque es lo más doloroso que he vivido nunca. 

¿Cómo me siento? Creo estar en medio de una continua batalla a mil bandas pero con un único objetivo: mi autodestrucción. 

No tengo nada que me consiga distraer, que sea capaz de parar a esa otra personalidad que intenta salir a la superficie por medio de tormentos. 

Si sigue así quizá le conceda su deseo y le dé plena libertad a que haga lo que le plazca. ¿Alguien perdería si yo decidiese eso? Puede que solamente yo. ¿Pero en realidad perdería? ¡Dios! ¿Hasta que punto puede llegar mi soberana estupidez? Pues claro que perdería, yo sería la única que diría adiós a lo que es suyo, mandaría mi vida a la basura si dejo que en su afán de poderío aquella torturadora nata consiga su propósito. 

He de ser fuerte aunque siento como cada día las fuerzas me fallan un poco más que el día anterior. Necesito algo donde apoyarme y sentir que si me quedo en el apoyo un tiempo no ocurrirá nada o que ese apoyo no desaparecerá nunca. 

Aún me reprocho día y noche por haber sido débil, por admitir una parte de lo que en mí sucede, por haber llorado delante de alguien y que esa persona diese por sentado que debía estar aquí, en este lugar donde quizá me sienta un poco más segura pero está claro que si yo misma soy mi peor enemiga jamás estaré segura en ningún lugar.

Ello me lleva a plantearme tantísimas veces un plan final.. un adiós definitivo a todo para jamás volver. 

¿Qué hay detrás de la muerte? No suele asustarme, no puede ser peor de lo que tengo en vida y quizá haya llegado el momento en que lo descubra, en que diga adiós a todo lo que me hace daño y tan solo reciba una mejor "vida" de la que ahora tengo pero si no hay nada tras el repentino abrazo de la parca... ¿por qué preocuparse? Eso sería aún mejor. 

Yo soñé que algún día sería alguien en este mundo, que me querrían por lo que soy y no por lo que tenga o pueda dar pero esas fantasías son como las que tienen las niñas pequeñas que quieren ser princesas en un castillo donde estén encerradas para que su príncipe azul aparezca. 

Los príncipes azules no existen, las princesas rosas tampoco, las casas de caramelo hace mucho que fueron comidas y los dragones años que se extinguieron. Es mejor poner los pies en la tierra y darse cuenta que en ocasiones lo obvio puede ser lo mejor o a veces el camino más fácil sea el indicado. 

No sé cuando tendré valor para hacer lo que mi mente planea pero sé que lo haré. No tengo nada porqué luchar y el destino no juega en mi favor en ningún momento. Es más haré hasta un favor ya que sin mí habrá en el mundo una preocupación menos... 



Sí, así es. No puedo no pensar en mi propia muerte cuando ya no tengo ni fuerzas para seguir viva. Puede que el destino sea eso lo que me tiene predestinado y por esa misma razón mi vida es tan dura porque ya no debería estar aquí. 

Suspiré y miré hacia la ventana esperando que el nudo que tenía en mi garganta se deshiciese para así no derramar ni una lágrima por la idea de tener que marcharme.
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Capítulo 43. ¿Hay más ella en mí que yo? 


Allí encerrada, nada podía servirme para que realizase aquella tarea para lo que parecía haber sido encomendada. Todo estaba perfectamente planeado para que no pudiese hacer nada salvo estar en la cama tranquila, tumbada mirando la nada pero yo no podía hacer aquello. 

Había llegado el momento en que sabía que debía dejarme llevar por lo que siempre había hecho en mi vida. Si nadie sabía como me encontraba de verdad lo más seguro es que saliese de allí. Podía intentar fingir una sonrisa aunque no me llegase a los ojos, podía hablar aunque fuese de tonterías sin importancia que maquillasen por completo todo lo que me sucedía. Si yo daba pistas para que alguien viese algo que yo quería que observase lo haría sin ni siquiera percatarse que cae en una trampa sabiamente elaborada por la perversión de mi mente. 

¿Sería eso lo correcto? ¿Aquello era lo que debía hacer? No estaba segura. Todos mis pensamientos intentaban tramar un plan que más parecía de ella que mío. 

¿Hasta que punto había entrado en mí? Obviamente ella siempre ha estado en mi interior por lo que aquella pregunta no tiene ningún sentido. 

¿Hasta que punto ella controla mi mente más de lo que la controlo yo? Eso estaba mucho mejor expresado. 

Nunca había pensado que podría sentir como una lucha interna entre dos partes de una misma. Sí, una simple guerrilla en alguna decisión podía ser normal pero aquello no. Era como tener otra personalidad, como tener tu propia antítesis que además de ser todo lo contrario a ti te detesta con toda su alma. 

¿No podía dejar de pensar ni un solo segundo? No quería, no lo deseaba. Odiaba pensar, meditar sobre todo lo que en mi vida estaba pasando. Era realmente horrible saber todo esto, intentar conocer los porqués de todo y descubrir que todos llevan a que necesito ayuda pero no sé pedirla, no puedo pedirla porque algo en mi interior me impide hacerlo. 

Puede que sea más orgullosa de lo que creo que soy, nunca se sabe que es lo que en realidad escondes y además los secretos que en tu ser se vuelven completamente oscuros para ti. 

Mi corazón latía por primera vez a un ritmo normal y mi respiración iba acompasada con los continuos bombeos de sangre. 

Necesitaba en ese instante solo una cosa. Quería uno de sus abrazos, sentir su respiración a mi lado y escuchar los latidos de su corazón para poder relajarme. 

¿Por qué se había ido? No era justo. Yo misma le había espantado y tenía razón la otra parte de mí diciéndome que siempre estaría sola porque además hacía todo lo posible porque la relación jamás se estrechase. 

Me pregunto hasta que grado soy yo la que consigo que todos no quieran acercarse o me dejo llevar por estúpidos miedos que se apoderan de mí como si no tuviese voluntad propia. 

¿Me había acostumbrado a la comodidad? Era más "cómodo" no luchar contra aquello que te asusta pero al final siempre llevaba aquello consigo mi sufrimiento o frustración. ¿Por qué siempre terminaba dañándome? Una parte de mí era masoquista o realmente deseaba mi final o un dolor inmenso y continuo.

Mi cuerpo necesitaba un poco de descanso. No cabía en mí de la ansiedad y la tensión que tenía en ese mismo instante. Debía permanecer alerta para intentar saber cuando ella comenzaba a controlarme y llevarme a un mundo completamente extraño. Ella tendía a apoderarse de mi cuerpo en el momento que no era consciente de que divagaba por extraños lugares de mi mente en los que realmente me perdía para intentar comprender algunas como actuaba en determinadas situaciones, buscar los porqués de que me encontrase en aquel continuo martirio. 

Suspiré profundamente mientras me concentraba en una mancha que había en el techo quizá así conseguiría que nada ocurriese salvo que estuviese concentrada en aquella figura que había formado la humedad en la pintura plástica del techado.
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Capítulo 44. Recuerdo


Cerré mis ojos e intenté pensar en blanco. Mi mente parecía estar vacía de todo pensamiento posible y eso me gustaba. Poco a poco unas formas extrañas me inquietaron pero me limité a observarlas, no parecía ocurrir nada. Tan solo eran sombras que se formaban en mi mente con los ojos cerrados, nada por lo que preocuparse. 

En ese preciso momento comencé a escuchar muchas voces distintas, gritos y risas de niños pero como si estuviesen lejanas. ¿Qué estaba pasando? 

Abrí los ojos y vi el patio de recreo en el que había jugado cuando estaba en el parvulario. Todo lleno de arena y con pequeños columpios en el centro que antes me parecían inmensos. 

¿Cómo había llegado hasta allí? 

- ¡Kristen! -gritaron detrás de mí e inmediatamente me giré para ver quién me estaba llamando. 

Una niña con el pelo moreno y los ojos castaños se dirigía hacia mí. Pude reconocerla sin problema, era una amiga de la infancia. Sonreí al verla e hice ademán de ir saludarla pero en su lugar ella me atravesó y siguió caminando. 

Me giré sin entenderlo. Quizá ella no me veía pero, ¿entonces porqué me había llamado? No me costó mucho comprenderlo. 

- ¡Kristen! ¿Dónde estabas? Te estábamos esperando.. -dijo con una voz muy remilgada y me acerqué a ella. 

Le estaba hablando a mi yo del pasado. Pude verme a mí con tan solo cuatro años sentada en la arena comiéndome el bocadillo que mi madre siempre me preparaba. 

- No quiero jugar, siempre te enfadas conmigo -susurré a aquella niña. 

- ¡Eso no es cierto pero como quieras! -me chilló y se dio la vuelta dándome un coletazo en toda la cara. 

Puse mi mano sobre mi pecho al ver la cara que ponía de puro sufrimiento mi pequeña yo. ¿Cómo había controlado aquel dolor sin limitarme a llorar? Vi como me mordía el labio inferior y miraba hacia todos los niños que estaban allí jugando. 

Me senté al lado de mi pequeña yo mientras ella comenzaba a derramar unas pocas lágrimas. Aquello me dolía. Desde entonces me había sentido sola, tan sola... 

Día tras día se repetía aquella misma situación. Alguien me chillaba o simplemente me quedaba apartada bajo los columpios intentando que nadie supiese que me dolía que nadie quisiese estar conmigo, que me molestaba que me gritasen y que me atormentaba sentirme una extraña en un mundo que no parecía hecho para mí. 

Mi pequeña yo se secó las lágrimas y miraba el bocadillo que tenía entre mis diminutas manos. 

- No tengo que llorar -musitaba muy bajito-. No quiero llorar.. solo quiero entrar en clase y después irme a casa. Queda poco para estar en casa... 

La angustia que sentía aquella pequeña en su pecho podía sentirlo yo ahora. Deseaba abrazarla y decirla que al menos yo no la dejaría nunca. A mí siempre me iba a tener pero no tendría sentido que lo intentase. 

Sus pequeños dedos se limitaron a escribir en la arena y a dibujar en ella algo que me resultó precioso contemplar pero en mí solo deseaba que alguien se acercase y diese a aquella pequeña el abrazo que pedía a gritos con su mirada. 

- Si al menos tuviese una amiga...-susurró mientras las lágrimas volvían a recorrer sus mejillas. 

En ese momento sus ojos se posaron sobre los míos como si supiese que yo estaba allí. 


Desperté repentinamente. Me había quedado dormida. Mi corazón me iba a mil por hora por la sensación tan horrible de intensa impotencia. Quería mimarme. Solo yo sabía lo que en esos momento sentía porque para los demás parecía estar bien pero en mi interior sufría sin consuelo y ansiaba un abrazo, aquel abrazo que nunca llegaba donde me sintiese feliz, segura y a salvo de todo lo que pudiese lastimarme. 

Mi mente era perversa. No quería recordar esos momentos, no quería volver a vivir con la misma intensidad aquella horrible angustia que en mi pequeño pecho había aparecido en su momento. Quería olvidar, dejar atrás y borrar mi pasado pero él siempre me perseguía. En ocasiones pensaba que hasta de manera premeditada como si de verdad me dijese que no deseaba algo pero para mí fuese la tortura de hacerlo realmente placentera o incluso como si ganase algo con ello. ¿Podía ganar algo con estar torturándome a cada segundo con mis recuerdos y pensamientos?
El diario de Kristen
Capítulo 45. Conversación con "Robert" 


Miré alrededor de mi habitación y ahí estaba. Los ojos azules que en mi interior deseaba encontrar otra vez en mi vida me observaban fijamente como si me hubiesen escuchado. 

Me tensé rápidamente al observarlo. Era producto de mi imaginación, lo sabía pero lo necesitaba allí conmigo. Ansiaba poder preguntarle. 

- ¿Por qué? -le dije rápidamente mientras él me miraba con intensidad como si de verdad estuviese allí conmigo. 

Esperé ansiosa para escuchar de nuevo su voz. Sabía que sería un eco en mi cabeza pero la necesitaba. Con él había podido sentirme en compañía lejos de aquel oscuro pozo en el que estaba yo sola junto a ella, aquella odiosa que deseaba mi muerte. 

- ¿Por qué qué? -contestó con otra pregunta Robert que se acercaba a mí y se sentaba a los pies de la cama. 

- ¿Por qué te has ido? -musité mientras sentía como las cuencas de mis ojos se llenaban de lágrimas pero no las dejaría salir de eso al menos si estaba segura. 

- No me queráis a tu lado... 

- Tú te ibas a ir igual te dijese lo que te dijese -apreté mi mandíbula. 

- ¿Cómo puedes estar tan segura de eso? -me miró con más intensidad y acarició lentamente mi mejilla con las yemas de sus dedos. 

- Porque... porque estaba en tus planes, Robert. Tú te ibas a marchar.. Lo que aún no comprendo es porqué me besaste entonces, ¿por qué no te fuiste sin más? Me hubieses hecho menos daño -musité. 

- Tuviste que decirme que te importo. Imagino que algo hubiese hecho si tú me demostrabas que sentías algo por mí o que era importante aunque solo fuese para darte un abrazo, Kristen pero solo recibí de ti rechazo -susurró mientras acariciaba lentamente mi pelo. 

- No quería que te fueses pero el dolor de saber que aún besándome te irías me hizo reaccionar así.. No debiste hacerlo -suspiré y él puso mi frente contra la suya. 

- Llevaba tanto tiempo deseando ese beso, Kristen... no podía irme sin dártelo. Necesitaba sentir la suavidad de tus labios contra los míos... 

Le miré fijamente y me separé. No podía dejarme llevar por aquella alucinación que mi mente estaba generando. 

- No eres real, eres un reflejo de mi mente. No, no puedo creer nada de lo que dices porque no sería cierto. No lo sería.. -me agarré la cabeza entre las manos. 

- Kristen.. por favor -tomó mi rostro entre sus manos-. No sé ni como pero quiero, sé que quiero volver a verte, necesito hacerlo porque... 

- ¡No! ¡No mientas! ¡No digas mentiras! Robert no siente nada por mí absolutamente nada y eso es lo único que debo saber. Se fue, me dejó porque no le importo, para él no soy nada, ni lo fui ni lo seré nunca -sentía como mis mejillas comenzaban a ser invadidas por las lágrimas traicioneras que demostraban el intenso dolor que en mi pecho gobernaba. 

Los ojos azules de mi alucinación me miraron con tristeza y sus dedos intentaron secar mis mejillas sin éxito. Dejó un pequeño beso en mi frente y acarició mi pelo con mucho cuidado mientras sentía como iba perdiendo fuerza. 

- Búscame en tu mente y vendré siempre que lo pidas -susurró-. Intenta tomarme como tu ayuda y no como un enemigo aunque sea producto de un delirio pero siempre será mejor que aquellos horribles momentos que pasas en compañía de ella. Búscame porque siempre estaré ansioso de salir y acurrucarte entre mis brazos como sé que desearía si estuviese de verdad a tu lado... 

Le miré a los ojos mientras intentaba serenarme pero solo sentía ira por sus palabras.

- Jamás volveré a buscarte porque no quiero sentir ni una sola vez más como me abrazas y después desapareces. No eres real y no tengo que tener claro. Sé que algún día dejaré de ver todo esto y será el más maravilloso de toda mi vida -dije fríamente mientras mi corazón se oprimía. 

En realidad no deseaba ver más ninguna de estas alucinaciones pero con la suya era diferente. Si quería verla para al menos así sentirle un poco más cerca porque ahora podía estar en cualquier parte del mundo y yo encerrada allí jamás podría cruzarme con él ni de casualidad. 

Sus ojos con aún más tristeza dejaron de ser visibles en segundos mientras sentía como mi pecho se desgarraba por completo.
El diario de Kristen
Capítulo 46. El ir y venir de mi mente


Para ser sincera conmigo misma desconozco los motivos que han llevado a todas las personas de mi vida a sentir algún determinado sentimiento por mí. 

En algún momento juro que he intentado ser amable. He intentado comprender los motivos que podían llevar a alguien a quererme pero por mucho que lo meditaba comprendía que podía ser imposible. 

Nadie podía quererme porque yo muchas veces dudaba si hacía algo porque fuese así, por ser aceptada por ser respetada... aunque no para todos es lo mismo y para mí tampoco. 

En cierta manera tengo una forma muy peculiar de buscar el cariño. Lo he buscado toda la vida en lo que hago y no en lo que soy, en lo que puedo aportar a alguien o a algo sino en lo que puedo hacer, lo que puedo demostrar con mis actos pero no con mis sentimientos y palabras. 

Podía parecer una mujer de hielo y en el fondo consideraba que para los demás lo era. Ellos ven que no lloro, que les miro por encima del hombro, como si para mí todo lo que no fuese mi propia persona me importase poco pero no, no es así en absoluto. 

Mi pecho se oprime con cada mala mirada que recibo, mis ojos se llenan de lágrimas con cada contestación pero la coraza que hace tanto tiempo decidí ponerme me hizo darme cuenta que los latidos del corazón, sentir como se resquebraja a cada segundo solo debe importarme a mí. 

¿Tiendes a vivir en un mundo en el que todo son apariencias de estar bien, de ser feliz, de que todo te importe poco pero en realidad en tu interior sientes como poco a poco te vas consumiendo porque no eres capaz de hacer lo que deberías? Yo sí, y tantas veces que perdí la cuenta. 

Día tras día miro el cielo y deseo que alguien pueda llegar a mi vida y luche por comprenderme, por estar a mi lado incansablemente pero llegó y se marchó. 

¿De qué me servía tenerle a mi lado si no aproveché en absoluto el cariño que me dio? Me duele tanto recordar cuantas personas han pasado de largo en mi vida... Muchas de ellas dejaron su huella en mi corazón rompiéndolo un poco más de lo que ya estaba. 

¿Alguna vez has sentido como los latidos de tu corazón te duelen como si te estuviesen clavando cuchillos? Desde hace años a mi me sucede eso. Mi cuerpo no sé como no se desangra ya por el intenso malestar que me suele ocasionar cada segundo que la sangre es bombeada por mis venas. 

¿Por qué no me diste una vida buena? No era culpa de nadie. ¿Por qué quería engañarme a mi misma? Yo sola había llegado hasta allí por muchas decisiones que no sabía en su momento que me llevarían a aquella horrible situación. 

¿Habrá alguna manera de disminuir el dolor que miles de veces siento en el día? Quizá la haya y no la encontré aún pero en muchas ocasiones la música me suele ayudar para dejar atrás por un instante los verdaderos problemas que hay en mi vida. 

Aún recuerdo un cantautor que consigue hacerme vibrar con cada uno de los acordes que toca con su guitarra. Al fin y al cabo canta con el corazón como jamás había escuchado cantar. Desconozco por completo el nombre de aquel cantante ya que encontré sus canciones por casualidad y en ninguna de ellas aparecía pero sé que jamás olvidaré la manera que posee de cantar y hacer que cada centímetro de mi se sienta comprendido por sus palabras. 


Dejé el bolígrafo a un lado mientras intentaba respirar. Sabía que había llegado el momento de recordar todo lo que me sucedió para poder intentar salir de aquella situación. Dolería y lo sabía. Dolería mucho pero tenía que hacerlo y aquel cuaderno me ayudaría a intentar describir con exactitud como fue mi vida, como llegué a donde llegué y si algún día tengo fuerza le pediré que a alguien que lo lea dándome su opinión. 

Miré por la ventana. Sonreí un poco al imaginarme los ojos azules de Robert pasando por todas las líneas de estas páginas. Ojalá él pudiese ayudarme a salir de este lugar, de este pozo que hace tiempo comenzó a devorarme para no dejarme salir yo sola, dándome a entender con claridad que necesitaba ayuda, demasiada ayuda.
El diario de Kristen
Capítulo 47. La advertencia de ella


Me senté en la cama. Me acababan de dar una buena noticia o al menos eso me parecía a mí. Me iba. Me iba de aquel lugar y volvía a casa. Al final regresaría a mi habitación y tendría todas mis cosas cerca de mí. 

Dejaría atrás este lugar y olvidaría todo lo que había ocurrido en él. Sí, poner tierra de por medio es la mejor solución. Seguro que saliendo de allí encontraría fuerzas para volver a hacer todo lo que tenía que hacer y si no no le mostraría a nadie como me sentía. Jamás volvería a cometer de nuevo esa equivocación. Solo lo sabríamos mi diario y yo. 

Con veinte años ya todo es diferente. Tus padres no vienen a recogerte sino que me tocaría ir sola. Menos mal que recordaba que cuando me ingresaron en mi monedero aún tenía aquel billete de cien dólares que me dieron por mi cumpleaños. 

Fruncí mis labios hasta que los hice una línea. Me hubiese gustado que Robert me hubiese dicho la noticia junto a aquel doctor. Le extrañaba. ¿De qué me valía negármelo ya? Necesitaba verle. Quería ser solo su amiga nada más que eso pero necesitaba poder estar ahí entre sus brazos, notando su piel contra mi piel dándome su completo y absoluto calor. 

Podía sentirme refugiada acurrucada en su pecho y como su cuerpo me hacía sentir segura sabiendo que a su lado nada me pasaría. 

Suspiré y me intenté despejar. Me dolía de nuevo la cabeza pero ahora sentía una punzada aún más dolorosa en mi corazón. 

En el momento que una lágrima cayó sobre mi mano las luces comenzaron a parpadear de nuevo. Sabía lo que significaba eso ella iba a aparecer intentando volver a darme el mayor susto de mi vida. 

Una mano se acercaba a mi rostro y cerré los ojos para no ver a aquel rostro que aparecería delante de mí. 

Fruncí mi ceño en el momento que sentí como esa helada mano me acariciaba la mejilla. Gruñí lentamente y me separé abriendo mis ojos como platos. 

Delante de mi estaba Robert pero su mirada era muy diferente que en otras ocasiones cuando había aparecido delante de mí. Su rostro estaba excesivamente pálido y poseía unas ojeras que jamás le había visto. 

Ver su rostro de esa manera me hizo sentir algo que jamás había sentido por nadie. Me invadió el remordimiento. Si estaba así había sido por mi culpa porque mi mente estaba jugando con su imagen. Sabía que el verdadero Robert estaría bien pero sentía una inmensa angustia por si por mi culpa algo le sucedía. 

¿Ahora creía en ese tipo de cosas? ¿Me iba a embarcar en los malos augurios? 

En ese preciso momento Robert se irguió y ella apareció a su lado. Ambos se abrazaron y se besaron como si hubiesen sido novios toda la vida. ¿Cómo era capaz de hacer eso? ¡No! Aquello si que no podía permitirlo. Ella no podía arrebatármelo. Él era la única persona que se había preocupado por mí no le quería con ella o enamorado de ella, le quería para mí, para que estuviese a mi lado en cada uno de los momentos más horribles de mi vida o en los más felices poco me importaba pero le quería para mí. 

Dejaron de besarse mientras sentía como la ira me invadía por completo. Deseaba quitarla de mi vista, decirle que yo era la poderosa y que volviese a la jaula donde debió estar metida toda nuestra maldita vida. 

La odiaba, era definitivo. Ella podía hacer lo que quería conmigo, con mi mente, con mis fantasías y me estaba ganando demasiadas veces la partida. 

- ¿Comprendiste lo que quiero decirte? No consentiré que le cuentes a nadie nada. Tú no conseguirás ayuda de nadie y si la consigues juro que te arrepentirás porque sabes que puedo arrebatarte todo, absolutamente todo lo que yo quiera... Alejaré a lo único que te ha importado y te importará siempre, te dejaré de nuevo sola sin que nadie quiera verte, oírte, buscarte... te mostraré de nuevo tu querido pozo del que no dejaré que salgas nunca. Tú buscas mi final pues yo buscaré el tuyo.. -dijo furiosa mirándome fijamente a los ojos. 

Me armé de valor y le respondí como pude. 

- ¿No ves el fallo en tu plan? Con mi final también llega el tuyo pero con el tuyo no tiene necesariamente que llegar el mío. Si alguien puede ganar en esta batalla seré yo.. -murmuré. 

- Pero me temo mi pequeña bobalicona que no tienes el suficiente valor para ganar ya que hace mucho yo controlo mucho más de ti que tú.. -sonrió suficiente-. Te deseo suerte en tu intento de remontada pero mientras piensa que día y noche puedo aparecer y hacer de tu vida un verdadero infierno.

Después de decir aquello las luces volvieron y me dejé caer en la cama. Estaba claro que no ganaría para disgustos.
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Capítulo 27. Vacío


Me quedé observando un punto fijo mientras me respiración seguía agitada por aquel repentino sentimiento tan fuerte. 

La magnitud de aquel odio sobrepasaban fronteras que jamás había sentido. Mi cuerpo pedía ser calmado pero lo único que había conseguido calmarlo otras veces lo había alejado de mí como de un trasto viejo se tratase. 

Mi mente comenzó a estar más claro. Mi cuerpo entonces pudo serenarse de aquel odio que en pocos segundo terminó evaporándose. 

¿Qué quedaba entonces? Nada, tan solo una horrible sensación inmensa de vacío. Mi pecho estaba comenzando a abrirse. Mi cuerpo sentía una gran sensación que me hacía estar en una nube en la que por la inmensidad de la nada que había en mí no podía sentir. 

Miré mis manos y como sin que me percatase de ello estaban completamente llenas de gotas de agua. Estaba llorando sin que yo hubiese podido notarlo antes. Puse las manos sobre mis mejillas y sequé las lágrimas que no quería que siguiesen controlando mis emociones pero las pocas fuerzas que me quedaban ya comenzaban a flaquearme. 

Me levanté de la cama pero aquella vía no me dejaba hacerlo sin que no me doliese clavándose más en mi brazo. 

No sé como fui capaz pero tomé las hojas del diario junto al bolígrafo que usaba para escribir y me dispuse a cumplir la tarea que ahora mi cuerpo me demandaba. 

¿Cómo puedo vivir en paz cuando tan solo ocasiono sufrimiento en los demás? ¿Por qué no soy capaz de creer que alguien pueda quererme, que alguien pueda preocuparse por mí, que realmente alguien desee ayudarme?

No, eso era imposible, no entraba en absoluto en mi cabeza. En mi mente estaban trazados distintos esquemas, uno de ellos era simple. Nadie podía quererme ni iba a hacerlo nunca, por decreto mío propio. Sí podría ser absurdo para todos los demás, para los que en algún momento que esperaba no llegase nunca supiesen que no importaba lo que otros pensasen, lo único que importaba es que yo me había metido en la cabeza que jamás me iban a querer y pese a lo que en realidad sucediese eso es lo que siempre se quedaría. 

Echando la vista atrás siempre todas las personas que habían mostrado un poco de "aprecio" por mí habían recibido la misma respuesta, rechazo, rechazo y más rechazo. 

Pero no todo es maravilloso desde mi punto de vista, sé que es injusto que obligue a alguien a que lo vea a mi modo pero al fin y al cabo esto solo lo leeré yo y nadie más. 

Cada persona que me ha dicho que me quiere, que me aprecia o que siente un cariño "x" por mí me ha hecho sentir un solo instante bien pero en el momento que comprendía el bienestar que eso me ocasionaba mi mente tergiversaba todo de manera que a mi análisis final llegaba a una sola conclusión. Todos los que decían algo semejante me mentían como bellacos. Seguramente en su afán por conseguir algún beneficio propio, cualquiera para mí completamente irrelevante pero al que siempre terminaba cediendo para que toda persona que en mi corazón si había conseguido plantar un poco de amistad fuese feliz sin importar que en mi interior sintiese que aquello que estaba entregando jamás lo recibiría. Ni una mínima parte de lo que daba. 

En ocasiones he meditado sobre la posibilidad de quedarme sola para siempre pero es más que obvio que no me ha ido bien y por mucho pánico que me ocasione sabía que tendría que terminar relacionándome con alguien al punto de poder entablar una amistad real pero... 

¿Iba a ser capaz de ello? Si siempre creía que me mentían, que me estafaban con injustas frases falsas para vete tu a saber que fin, ¿estaba yo capacitada para poder hacer feliz a alguien aportándole algo? 

Sinceramente, lo dudaba muchísimo. 



Dejé el bolígrafo sobre mi regazo mientras miraba al techo intentando calmarme ya que aquello que ahora había conseguido garabatear en aquel trozo de papel era doloroso, muy doloroso de admitir.
El diario de Kristen
Capítulo 28. Visita inesperada


Después de varias horas observando el techo sin moverme con la mirada perdida mientras una y otra vez pasaba por mi mente aquellos horribles momentos vividos hacía tan solo otras pocas horas. La horrible fantasía, mi terrorífico descubrimiento y como había tratado a Robert. 

Había sido demasiado dura con él y lo sabía. Él parecía haberse preocupado por mí sin nada a cambio pero una parte de mí no dejaba que me creyese aquello. Para mí era tan imposible que no conseguiría que ni una sola vez una persona se preocupase así y recibirlo como si nada. 

En ese momento sonó la puerta, alguien llamaba con sus nudillos para no asustarme. Miré hacia el trozo de madera labrada que comenzaba abrirse lentamente como con miedo. 

No sabía quién podía estar a punto de entrar en mi habitación pero seguramente no sería alguien que me desconociese al entrar con tanta prudencia. 

Cuando la puerta terminó de abrirse vi a Robert que asomaba su cabeza por la rendija que había quedado para poder pasar. Me miraba con una gran tristeza y preocupación por si iba a gritarle seguramente. 

- ¿Puedo pasar? -dijo bajito con una simple hilillo de voz que me costó escuchar. 

Ni siquiera sabía que estaba haciendo de nuevo allí después de como le había tratado. Noté como inmediatamente me tensaba y mi cuerpo comenzaba a arder con aquella sensación de odio incomprensible pero también sentía una gran vergüenza por aquello que había pasado. 

- Es un país libre -contesté seca. 

Me debatía entre ser amable como sabía que se merecía o ser una chica borde a la que los sentimientos de los demás no le importaban ni lo más mínimo. Obviamente esa faceta ganó, por algún extraño motivo parecía más cómoda pero en realidad tan solo buscaba alejarle de mí por miedo. Miedos estúpidos e incoherentes pero al fin y al cabo condicionaban mi vida. 

Robert suspiró y se quedó donde estaba sin moverse. Me observaba con detenimiento dándose cuenta de los papeles que estaban sobre mi regazo.

- Si te molesto puedo irme... 

Fruncí mi ceño intentando controlar cual podía ser mi contestación pero lo único que conseguí a cabo fue un silencio que él tomó como un "obviamente me molestas". 

Se comenzó a mover hasta desaparecer por el hueco de la puerta y empezó a cerrarla. Algo en mí que no pude controlar consiguió hablar. 

- ¡No! -grité sin darme cuenta para después quedarme callada. 

Robert rápidamente volvió a asomar su cabeza y me miró con un brillo de esperanza en su mirada y una pequeña sonrisa. 

- Puedes quedarte, no me molestas ni lo más mínimo -musité mirando mis manos y eso fue suficiente para él que entró en la habitación. 

Se acercó a mí y me miró un instante como intentando analizarme con la mirada. Suspiré mientras Robert no decía ni una sola palabra. Deseaba saber que hacía allí después de como yo le había pedido que se fuese antes tan solo unas horas, ni siquiera había pasado un día y Robert ya parecía haber olvidado como me había comportado. 

- ¿Cómo estás? -preguntó mientras acercaba una de sus manos a mis papeles y los quitaba de mi regazo sin mirarlos hasta dejarlos en el escritorio.

- Bien, supongo -contesté tajante. 

- ¿Supones? ¿Te duele algo? -preguntó con suma preocupación. 

- Digamos que no es muy agradable estar tumbada en una cama de la que no te puedes levantar porque tienes una vía en tu brazo.. -hice una mueca. 

Escuché como se reía un poco. Levanté mi mirada y vi como miraba hacia abajo con una pequeña sonrisa de costado, después alzó su mirada hasta cruzarla con la mía. 

- Ni siquiera en estas ocasiones pierdes tu toque especial, ¿verdad? -rió bajito. 

Fruncí mi ceño. ¿Mi toque especial? ¿Qué toque especial? La curiosidad empezaba a poder conmigo y me mordí mi labio inferior. 

Él sonrió viéndolo mientras pasaba una de sus manos por su cabello que como siempre estaba ligeramente despeinado y le daba un aspecto agradable a la vista por así decirlo. 

Nos quedamos mirando unos instantes sin ninguno de los dos saber que decir ya que obviamente sería el momento más embarazoso de nuestras vidas.
El diario de Kristen
Capítulo 29. Sentimientos encontrados


Sus profundos ojos azules seguían fijos en mí. No podía dejar de observarlos ya que parecía que tuviese un imán en ellos que me obligase a seguir fijamente contemplando aquel extenso océano que se abría ante mí si seguía mirándolos. 

Sentí como sonreía levemente y sus mejillas comenzaban nuevamente a tomar aquella tonalidad carmesí que resultaba sumamente adorable. 

Me gustaba verlo así, completamente sonrojado. Saber que provocaba algo así en alguien me daba cierta sensación de bienestar. Además provocaba que una especie de hormigueo tomase forma en mi estómago. 

La sonrisa de Robert se ensanchaba a medida que seguíamos mirándonos durante más minutos de manera incansable. 

Seguía completamente abstraída como si al quitar mi mirada de sus ojos lo que pasaba a mi alrededor fuese a convertirse en una pesadilla viviente como las que últimamente comenzaba a vivir sin problemas. 

Robert se sentó al pie de la cama. Me miró fijamente sonriendo y pasó lentamente una de sus manos acariciando una de mis piernas sobre las sábanas. 

- Te veo mejor -musitó. 

Suspiré al sentir su mano recorrer mi pierna lentamente. Me quedé completamente estática. Fruncí mi ceño un poco pero Robert me hizo darme cuenta que estaba a gusto que a pesar de una pequeña sensación incómoda porque nunca había recibido una caricia similar salvo cuando él me había acariciado alguna otra vez, en mi interior me encontraba bien y segura. 

Me parecía muchísimo más agradable aquella situación que otras veces. Era como si sentir su tacto consiguiese calmarme al instante, como si tan solo el tuviese la llave para frenar los impulsos que en mi mente tomaban forma a cada segundo pero estando a su lado ninguno de ellos se llevaba a cabo si conseguía no dejarme llevar por aquella horrible ira que me había hecho quedar como una estúpida. 

- Puede ser... -susurré mientras bajaba mi mirada hasta mis manos y comenzaba a jugar con mis dedos. 

Sentí como aquel sentimiento incomprensible se hacía más fuerte ahora que había dejado de observar sus ojos, de contemplar el azul hermoso que poseían. 

Me incorporé en la cama hasta que me quedé sentada y él lentamente se sentó más cerca de mí. Levanté nuevamente mi mirada hacia sus ojos que estaban fijamente observando cada uno de los gestos de mi rostro. 

- Me gustaría ayudarte -susurró mientras levantaba una mano y acariciaba con ella mi mejilla apenas rozándola. 

¿Cómo era capaz de conseguir eso? Mi piel estaba completamente erizada por su culpa, por su simple contacto. 

- Dudo que puedas ayudarme... -respondí con un hilillo de voz mientras que mis ojos se entrecerraban ante la suavidad de aquella caricia. 

- Al menos déjame intentarlo. 

En ese momento tomó uno de los mechones que tenía sobre mi rostro y lo puso tras mi oreja rozando en el proceso la sensible piel de mi otra mejilla. 

No sabía que responderle. Por una parte deseaba que lo hiciese pero por otra parte no me gustaba que perdiese su tiempo conmigo aunque en el fondo saber que pasaría aquellos momentos en su compañía me alegraba muchísimo. 

No, no podía permitirme que me gustase que estuviese conmigo. No debía alegrarme en absoluto de que él quisiese pasar tiempo conmigo. 

- Bueno, está bien -musité mientras sentía como acariciaba mi mano lentamente con su pulgar. 

No podía no pensar en ello. Me gustaba muchísimo que me acariciase de aquella manera, me estaba volviendo completamente paranoica. No hacía nada más que tener sentimientos contrariados. Deseaba que me tocase pero a la vez que no, deseaba que se alejase pero a la vez tenerle cerca. 

En definitiva era realmente horrible sentir aquel montón de sensaciones completamente dispares.
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Capítulo 30. Debate


Me sonrió cuando recibió mi respuesta. En sus ojos pude ver que realmente le alegraba que no le hubiese vuelto a alejar. 

Se sentó un poco más cerca de mí y decidió recostarse a mi lado en la cama. Aquello era un poco incómodo pero intenté asimilar que seguramente le dolería la espalda o que buscaba una postura donde estuviese a gusto. 

Me tumbé a su lado y le miré un segundo completamente seria mientras él miraba al techo dubitativo. 

Parecía estar conteniéndose para decir algo y la curiosidad comenzaba a poderme pero no dejé que lo hiciese. Me mordí mi labio inferior y miré al techo como él. 

Después de unos segundos aquella situación parecía volverse aún más incómoda que en el instante que él se había tumbado a mi lado. 

- Leí tu historia -enunció él de repente. 

Le miré con el ceño ligeramente fruncido. Sabía lo que eso significaba. Sabía que llevaba así desde hacía mucho tiempo, sabía lo que ocurría en mi mente en muchas ocasiones pero desconocía lo que ahora estaba pasando, es decir, sabía mi pasado. 

- Eso no es justo -objeté y volví a mirar el techo concentrándome en la mancha que día tras día observaba al menos una vez. 

- ¿No lo es? -preguntó en un tono que indicaba su confusión. 

- Por supuesto que no -añadí-. Tú lees una simple historia y ya crees conocerme o al menos conocer mi pasado. Siento decirte que no todo es ni tan blanco ni tan negro como ahí lo pintan, hay una escala considerable de matices que si se me hubiese permitido ser partícipe de aquel informe créeme no hubiese quedado igual que está aunque obviamente quizá la objetividad hubiese quedado a un lado ya que al ser yo partícipe de las situaciones que me ocurrieron no hubiese sido imparcial. En definitiva, no conoces todo de mí si es lo que piensas pero una visión aproximada sería más certero decir que ahora posees - respiré hondo-. Pero lo que me resulta realmente injusto es que tú tienes esa visión con la posibilidad de leer un informe pero yo no conozco en absoluto nada de ti. 

- Eso es cierto, pero no estamos en las mismas condiciones. Tú eres una paciente y yo soy un médico por lo que para ser precisos no tendrías porque conocer nada mí y en cambio yo de ti todo lo que fuese posible para ayudarte -me debatió. 

Le miré incrédula por su respuesta, podría tener razón pero tenía la odiosa costumbre de no dejarme dar mi brazo a torcer. 

- Eso podría ser cierto salvo en un aspecto. Los médicos tampoco se relacionan tanto con los pacientes y como tú mismo dijiste estás entre los dos mundos al ser un médico de prácticas, he ahí tu error. ¿Por qué en unos casos estás en una posición y en otros en otra? Usas tu condición de "en prácticas" para tu propio beneficio sea el que sea. Muy inteligente de tu parte, pero siendo así y como yo misma me he dado cuenta; me permito observarte que tendría el derecho total y absoluto de saber al menos una parte de tu vida aunque no fuese tanto como tú sabes de mí porque si no con la poca confianza que tengo normalmente en las personas el hecho de desconocer por completo todo, salvo tu nombre, me llevaría a no mencionarte nada de lo que ocurre dentro de mí. Por lo tanto sería completamente inútil la ayuda que tú me ofreces. 

Rió. Había hecho reír a alguien después de muchísimo tiempo. No recordaba que ninguna risa fuese así tan natural y espontánea como las que muchas veces había forzado a realizar a los miembros de mi familia. 

- Cada día me sorprendes más -añadió sin quitar su sonrisa-. ¿Cómo puede ser que algo tan enrevesado salga de tu mente y tú lo expongas como lo más normal del mundo? Creo comprender que no soy el único en esta habitación que sabe colocarse en distintas posiciones cuando le place o usar algo para su propio beneficio ya que tú has hecho lo mismo. En lugar de en un solo instante mencionar que no te agradaba con una simple mueca que hubiese leído tu historia, comenzaste a enlazar ideas que llevaron a un objetivo: darte la razón el cual conlleva a que te cuente lo que desees. Es cierto que tus razonamientos no se equivocan aunque comprenderías que si no lo desease no tendría porque mencionar nada de mi vida, ¿verdad? 

Abrí la boca para contestar pero él con una mirada me frenó para que le dejase continuar. 

- Sin embargo, al ser tú la única que descubrió mi trampa de semejante manera, lo cuál me dio a entender que debo ser más complejo de lo que aparento, llegaré si no te molesta a un acuerdo contigo -me sonrió-. Espero que aún recuerdes la primera conversación que tuvimos, en ella te di la idea de que hiciésemos tandas de preguntas y accediste. Por lo tanto, podemos volver a retomar ese plan. 

Asentí satisfecha al ver que había conseguido mi objetivo aunque internamente comencé a reprocharme esa alegría.
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Capítulo 31. Tanda de preguntas


Me quedé observando su sonrisa. Sus dientes blancos eran realmente hipnóticos y sentía alguna sensación que me estaba impulsando a acercarme más pero me mordí mi labio inferior para contenerme. 

Robert pareció darse cuenta de ello y tragó saliva en seco sin yo comprender su reacción. 

Levanté mi mirada hasta que la crucé con la suya que había estado fija en mis labios un buen instante. ¿Por qué miraba mis labios si yo no sonreía? Aquello era realmente extraño pero no quise preguntar. 

- ¿Cuando empezaremos con la tanda de preguntas? -musité mientras desviaba mi mirada de nuevo al techo. 

- Cuando quieras, al estar con suero no puedes moverte de la cama por lo que me quedaré aquí contigo -me contestó rápidamente. 

- Sé que sonará muy descortés por mi parte esta pregunta pero -hice una mueca disgustada conmigo misma por lo que iba a preguntar- ¿es realmente necesario que te quedes aquí? 

Un incómodo silencio siguió a mi pregunta. Él parecía no saber que responder ya que al observarle lo encontré dubitativo. 

- No -dijo al fin- no es necesario que me quede contigo, si te molesto puedes decírmelo y me voy ahora mismo -se encogió de hombros mientras se iba incorporando. 

Perfecto. Siempre conseguía lo que no quería por mi odiosa manera de tratar a todos los que se acercaban a mí. Respiré hondo e intenté no contenerme. Puse una mano sobre su brazo haciendo que inmediatamente él se girase para observarme. 

- No quise decir eso -musité-. No quiero que te vayas -moví mi cabeza mientras me incorporaba quedando ambos sentados en la cama-. Es solamente que.. tiendo a ser así, cuanto más me agrada la compañía de una persona, la alejo. No quiero que te vayas, la única persona con la que puedo hablar es conmigo misma y parece que últimamente está decidida a destruirme -reí amargamente. 

Me miró algo confundido pero respiró hondo y asintió. Puso una mano sobre la mía que aún permanecía en su brazo. 

- Gracias -musité. 

- Entonces, tú ya hiciste tu primera pregunta, pero teniendo en cuenta que yo sé más sobre ti que tú sobre mí podrás hacerme más preguntas y yo prometo responder -sonrió mientras acariciaba con su pulgar el dorso de mi mano. 

Me gustó que me permitiese hacerle preguntas pero antes de hacerle alguna otra preferí hacerle las preguntas que realmente podían con mi curiosidad. 

- No eres de aquí, eso puedo saberlo por tu pronunciación, es obvio que tu inglés no es estadounidense pero dudo de que lugar exacto puedas ser -le miré fijamente esperando no haberme confundido. 

- Wow -rió. 

- ¿Qué? -le miré confundida. 

- Nadie puede ser más enrevesado que tú para hacer preguntas -rió-. Está bien contestaré. No, tienes razón no soy de Estados Unidos, nací en Londres y hace poco vine a trabajar aquí. 

Asentí y me dispuse a preparar mi siguiente pregunta. Debía aprovechar las que me diese ya que él "conocía" mucho de mí y no quería que fuesen preguntas que llevasen a un simple sí o un simple no. Necesitaba saber de él como él sabía de mí para estar a la par. Odiaba desconocer. 

- Me gustaría saber el porqué decidiste esta profesión habiendo otras mucho más, a mi parecer, mejores aunque obviamente desde la subjetividad visto todo desde mi escala de valores -aclaré. 

- Mmm veamos -frunció su ceño-. La verdad es que yo considero que esta profesión es muy gratificante, ayudas a personas para que su calidad de vida sea mejor, consigues que mujeres y hombres de todas las edades puedan enfrentar situaciones difíciles pero también es una profesión en la que no dejas de aprender los diferentes misterios que tiene el cerebro humano. Miles de matices que indican como una persona puede clasificarse en distintos grupos y te admiras de aquellas personas que consiguen superar problemas realmente adversos mediante un trabajo duro ya que nada de esto es sencillo ni de admitir, ni de llegar a su final -sonrió mientras me contestaba. 

Miré de nuevo a un punto fijo para intentar concentrarme en alguna otra posible pregunta. 

- Sé que no es mi turno pero me sorprende algo -anunció rompiendo el silencio. 

Le miré con el ceño fruncido por la incomprensión. 

- Está bien..-suspiré-. ¿Qué es lo que te sorprende? 

- No estas haciéndome las preguntas de rigor que cualquiera haría sino que pareces rebuscar para encontrar respuestas más largas que te den más información. ¿No me preguntas mi edad? ¿Mi apellido? ¿Mi color favorito?

Levanté una ceja y fruncí un poco los labios mientras preparaba mi respuesta. 

- Es obvio que si estás en prácticas tendrás unos veinticuatro, veinticinco años; siéndote sincera poco me importa. Tu color favorito me es irrelevante y tu apellido esta puesto en la tarjeta que cuelga de tu bata, se que es Pattinson -me encogí de hombros. 

- Eres realmente observadora -musitó. 

El diario de Kristen
Capítulo 32. La primera sonrisa


Seguí pensando mientras Robert me observaba atento. Comenzaba a ponerme nerviosa. Levanté la mirada y fruncí mi ceño. 

- Deduzco que desconoces tu capacidad para poner nervioso a alguien que intenta pensar -levanté una ceja. 

Me miró sorprendido y sonrió levantando más su comisura derecha que la izquierda en un alarde quizá de coquetería pero era más que obvio que no le iba a funcionar conmigo si intentaba por aquellos medios que yo le contase más acerca de mí. 

- ¿Te pongo nerviosa? -se acercó un poco más. 

Me alejé inmediatamente ya que necesitaba un espacio vital que él estaba usurpando por completo. 

- Que yo sepa no es tu momento para preguntar -le miré maliciosa y seguí pensando. 

- ¿No me responderás a ni siquiera a una simple pregunta? -me miró sin que la sonrisa se borrase de su rostro. 

- Tú me pides que te responda a una sola pregunta y está bien lo haré. Te responderé. Sí a una más y solo a una no contestaré ninguna otra más ya que tú mismo dijiste que era mi turno de preguntas. 

- Entonces respóndeme, ¿te pongo nervioso? 

- Me temo que tú mismo has caído en la trampa sin darte cuenta, tú me pediste que te respondiese a una pregunta y lo hiciste con una pregunta, por lo que esa cuestión la aclaré y no pienso dar respuesta a ni una sola más. Sé más observador la próxima vez. 

- Wow -frunció su ceño y se dejó caer en el cabecero de la cama-. Eres única para ver los pequeños fallos, hablar contigo requiere demasiada concentración, no se te puede engañar en absoluto. Eres la única persona que conozco que haya hecho algo similar para conseguir su objetivo, te admiro -rió mientras ponía su mano sobre su frente. 

- ¿Me admiras? Tan solo hay que estar más atento a las posibles tergiversaciones que la propia lengua tiene, no tendría sentido que si me pidieses responderte a una pregunta yo te responda a dos, sino que como tú mismo pediste te respondí a una y ya te avisé que no respondería ni una sola más pero para ser exactos te contesté a dos cuestiones ya, la de porqué no te preguntaba la edad y tu apellido y ahora esta. Yo también cometí errores si te das cuenta -me encogí de hombros y seguí pensando que pregunta podría conseguir que él hablase más que yo. 

Él se quedó contemplándome mientras yo permanecía pensativa. Después una de sus manos comenzó a jugar con uno de los mechones de mi cabello. ¿Cómo era capaz de tener tanta confianza? No podía estar ni un solo momento sin tocarme, sin acariciarme, sin rozarme. ¿Podría ser aquella una pregunta que debería hacerle? Pero si lo hacía quizá se molestase y al fin y al cabo su tacto me resultaba agradable. 

Levanté mi mirada mientras él seguía jugando con mi pelo y poco después se dio cuenta de que le observaba. Me sonrió. 

- Tienes un pelo muy suave, brillante y bonito.. Me gusta mucho -sonrió-. Deberías tenerle mucho cariño y sacarle más partido, podrías enamorar incluso con tu cabello nada más. 

Era extremadamente amable conmigo así que ni yo misma me di cuenta de que en señal de respuesta la sonreí levemente para volver a quedarme después pensativa. 

Robert se incorporó y se acercó a mi oído lo cuál me tensó por completo ya que no sabía porqué motivo podía acercarse tanto. 

- Tienes una sonrisa muy bonita. Deberías usarla más.. -musitó haciendo que sintiese su aliento en mi oído y después giré un poco mi rostro para quedar frente a él. 

- Gracias -susurré. 

En ese momento la puerta de la habitación se abrió y entraron dos enfermeras que venían a comprobar como iba la botella de suero y Robert rápidamente se levantó para sentarse en un sillón al lado de la cama.
El diario de Kristen
Capítulo 33. Desilusión


Las enfermeras cambiaron la botella de suero y me pusieron otra. Después me tomaron la temperatura y vieron que tenía unas décimas de fiebre, lo apuntaron todo y se fueron de la habitación. 

Me dejé caer en la cama y observé a Robert un instante que jugueteaba con sus pulgares poniéndolos uno encima de otro una y otra vez. 

- ¿Por qué te retiraste? Que yo sepa no estabas haciendo nada inmoral cuando las enfermeras entraron -miré como sus dedos dejaron de moverse al escuchar mi voz. 

- ¿Inmoral? No, inmoral no podría calificarse pero no era propicio -se encogió de hombros. 

- Perdona pero no llego a comprender porqué. Tan solo estábamos hablando -puntualicé. 

- Lo sé, pero la cercanía es algo que en este lugar se debe medir mucho y al menos no tendría que dejar entre nosotros un metro de distancia -suspiró-, pero como tú misma puedes comprobar no lo consigo hacer. 

- Sí, ya me percaté de ello. Supongo que te ocurrirá con todos los pacientes así que tan solo deberás darte tiempo. Recientemente empezaste en prácticas -me encogí de hombros. 

Él sonrió de una manera que parecía ser con ternura por algún pensamiento que hubiese cruzado su mente en ese instante. 

- Tienes razón. Haré caso a tu consejo -sonrió más y después se quedó observándome como normalmente hacía. 

- Me gustaría preguntarte algo -musité mientras miraba el techo-. Algunas cosas puedo saberlo pero no puedo saber determinadas respuestas solo con la observación. ¿Cuándo terminan tus prácticas aquí? 

Desvié mi mirada y de nuevo la posé en él. Por un instante su rostro se entristeció y quise preguntarle porqué pero aún debía responderme a aquella cuestión que no me había contestado. 

- ¿Ya quieres echarme? -rió intentando bromear aunque sabía que se había tomado aquella pregunta de otra manera diferente-. En unos días termino las prácticas e iré a trabajar a otro lugar -musitó seguido de un largo suspiro. 

- ¿Unos días? ¿Cuántos exactamente? -pregunté rápidamente sin ni siquiera dejarme pensar. 

- En dos días -susurró y otro largo suspiro prosiguió a su respuesta. 

¿Qué...qué era aquello que sentía en mi pecho? Sí, era dolor, mi compañero de viaje. Apreté mi mandíbula y volví a mirar al techo. Era perfecto, en tan solo dos días otra persona más me abandonaría en mi vida. Robert había parecido preocuparse pero sus planes no habían cambiado, me dejaría allí, sola de nuevo. ¿De qué servía que hablase con él? No me serviría absolutamente de nada. 

Sentí como las lágrimas, sí, lágrimas comenzaban a quemarme en las cuencas de mis ojos pero no iba a dejar que consiguiesen chivarse de mis verdaderos sentimientos, de que me dolía que me dejase, no. Él se iba sin importarle yo nada y eso mismo haría yo con él, le demostraría que para mí no era nada y desde luego nunca comprendí si llegó a ser algo. Simplemente echaría de menos su amabilidad, nada más. 

- ¿Por qué haces esto entonces? -dije con frialdad sintiendo como mi coraza volvía a la superficie para que no supiese que sufría por nada. 

- Porque quiero ayudarte... 

- Pero te vas en dos días. No tiene sentido que ni tú pierdas tu tiempo ni yo pierda el mío en tu compañía. Es ridículo que finjas preocuparte por mí cuando es más que obvio que no lo haces. No seré una desagradecida no te preocupes, te agradeceré que me hayas acompañado en determinados momentos y tendré presente que tú me has ayudado a no estar tan sola pero.. ahora si no te molesta no quiero seguir ilusionándome con la posibilidad de no volver a sentir esa soledad, quiero que te vayas y me dejes vivir como debía haberlo hecho en los momentos que tú estabas aquí ya que tan solo creaban algo que terminaría tejiendo un doloroso final aunque por suerte para ambos nos es igual el otro -dije rápidamente notando como las lágrimas luchaban contra mis párpados para que las dejase salir. 

- Pero...-intentó contestar. 

- Te pido, no, te exijo que te vayas de aquí ahora -me giré en la cama dándole la espalda y entonces unas lágrimas consiguieron salir pero las sequé rápidamente. 

Robert no se merecía que llorarse por él. Él se iba y a mí no me importaba, esa debía ser la única verdad.
El diario de Kristen
Capítulo 34. Tan solo escribir


Un nudo en mi garganta me pedía chillar mientras Robert se iba de la habitación sin decir ni una sola palabra. Sentía algo tan fuerte, como si todas las personas que habían dicho adiós en mi vida lo hiciesen juntas de nuevo lo que me causaba un mayor malestar. 

Necesitaba escribir, solo eso, no quería nada más. No quería ver a nadie, no quería hablar solo escribir y escribir. 

Está claro, siempre, haga lo que haga, todo el mundo termina yéndose de mi lado. ¿Por qué tengo que abrir mi corazón a alguien que a los días se ha cansado de mí y se irá para siempre de mi vida sin que pueda volver a encontrarle? 

¿Por qué no tendría que hacer caso a aquella que siempre, aunque me odie está conmigo? Me aterrorizará pero tiene razón, siempre estaré completamente sola. 

Puedo cambiar mi manera de actuar, puedo intentar explicar que no quiero alejar porque me importa pero al fin y al cabo todo el mundo hace sus planes y yo siempre termino estando fuera de ellos. Es comprensible, yo también debería hacer mis propios planes pero cada día me siento con menos fuerzas de planear nada en un futuro. Es más sueño muchas veces con la posibilidad de que no habrá ningún futuro. ¿Para qué moverme? ¿Para qué intentar evitar algo que parece que jamás dejará de ser así? 

Cuesta tantísimo enfrentarse a ti mismo y aceptar que no eres suficiente para todo pero con tus limitaciones no sabes lidiar ya que debes ser algo que es imposible, una meta que se persigue por algún estúpido motivo aunque sepas que nada ni nadie podría conseguir que tú alcanzases una meta absolutamente irreal. 

Lo peor de todo es que en el recorrido de esa meta terminas anulando todos y cada uno de los verdaderos potenciales que se tienen y entre ellos yo anuló por completo que considerase mi mente relevante tener amigos o personas que me aportasen algo. 

Poco a poco mi corazón intentaba pedir a mi mente que necesitaba aquello que le había negado pero no lo podía tener. Soy nula completamente en las relaciones sociales pero eso no significa que no sienta, que no padezca, que no me duela que se alejen de mí. 

No me permito aceptar que he cogido cariño a nadie o que alguien me importa pero eso no significa que no pase, que no lo sienta; que no lo demuestre.... ¿acaso hay mayor muestra de ello que las lágrimas que quieren recorrer mis mejillas pero no les dejo? 

No, que yo sepa no lo hay pero he ahí lo que debería entender. Nadie verá esas lágrimas que no salen de mi interior. La única que sabe que existen soy yo, nadie más que yo. ¿Por qué no me permito hacerlo? ¿Por qué no me dejo decirle a alguien que es importante para mí? 

Si lo admito más dolorosa será la pérdida porque aún sabiendo que me importa la otra persona se irá igual. 

En definitiva, el dolor me acompañará siempre pero si lo callo será un dolor que yo sola conviviré con él y así no será mayor. Pudo con ello como hasta ahora he vivido en su compañía. 

¿Tengo amigos? Un amigo es aquel que siempre está contigo ... quizá el dolor pudiese calificarse como mi amigo fiel. 


Dejé de escribir y me abracé a la almohada dejando que solo algunas de mis lágrimas recorriesen mis mejillas limpiando todo rastro posible del tacto de Robert. Debía borrarlo por completo de mí, se iba y se iría para siempre. 
El diario de Kristen
Capítulo 35. Sorpresa


Pocos minutos después ya estaba calmada. Había conseguido quitar de mi mente que él se fuese y volviese a quedarme sola como parecía costumbre ya en mi vida. 

Sonó la puerta y me giré para mirar quien entraba a mi habitación. Unas enfermeras se acercaron hasta mí y me sonrieron. 

- Tenemos una sorpresa, Kristen -dijeron mientras me quitaban el suero y entraba en la habitación un enfermero con una silla de ruedas. 

Las miré confundida. Pusieron la botella de suero en un enganche de la silla y el enfermero se acercó a mí, me tomó en brazos y me dejó sobre la silla de ruedas. 

- Hoy saldrás a dar un paseo con uno de nosotros -sonrió la más joven de las enfermeras. 

¿Aquello era una buena noticia? No lo sabía pero desde luego una sorpresa si que era. 

El enfermero comenzó a mover la silla mientras salíamos de la habitación. Me pusieron una manta sobre las piernas lo cual agradecí ya que tenía un poco de frío y dejamos atrás la planta donde estaba situada. 

Nos metimos en el ascensor y bajamos hasta la última planta. Descendimos una pequeña rampa y salimos del edificio hasta un patio interior que había. 

Cerré mis ojos aspirando el aire fresco que había en la calle. Aquella sensación era muy agradable. Desconocía ya el tiempo que llevaba encerrada en aquel lugar y el que había pasado encerrada antes en mi casa pero sentir la brisa en mi rostro me hacía bien, me gustaba. 

La silla se paró un segundo y me quedé contemplando el pequeño patio trasero. Sonreí un poco mirándolo. Estaba precioso aunque simplemente era un pequeño lugar. 

Me dejé caer en la silla mientras volvía a respirar hondo llenando mis pulmones de aire fresco. 

Pocos minutos después comencé a notar como la silla de ruedas se movía. Imaginé que era el enfermero de nuevo pero me gustaría poder agradecerle lo que estaba haciendo. 

Giré mi rostro y me crucé con la sonrisa de Robert de nuevo. ¿Qué hacía ahí? 

- ¿Qué haces aquí? -fruncí mi ceño mientras él me sonreía más como si nada hubiese pasado. 

- Dejar que salgas de esa habitación en la que llevas un montón de tiempo y darte un paseo pequeño por el patio.. Espero que no te moleste -sonrió más y dejó un beso en la parte superior de mi cabeza. 

Me gustó aquel beso y suspiré por ello pero me molestaba que Robert siempre terminase haciendo lo que deseaba. Lo esperase o no terminaba apareciendo en mi vida de nuevo dándome una gran sorpresa pero aquello me encantaba. De alguna manera terminaba cautivándome que Robert hiciese todo aquello, que aunque le tratase fatal terminaba volviendo para regalarme unos momentos de no sentirme sola, que pudiese averiguar que podía pensar en otra cosa que no fuese aquella odiosa sensación de malestar. 

- ¿Por qué estás haciendo esto, Robert? ¿Por qué vuelves a mí después que no hago nada más que alejarte? -susurré mientras seguíamos paseando. 

- Porque por algún estúpido motivo, quiero ayudarte y no me importa cuantas veces me digas que me vaya porque durante el tiempo que esté aquí volveré para hablar contigo -susurró en mi oído. 

- Eres un masoquista -musité y giré levemente mi rostro. 

- ¿Dispuesta a un paseo un tanto especial? -volvió a susurrar en mi oído haciendo que la piel de mi nuca se erizase. 

Asentí y seguimos moviéndonos aunque en mi mente solo pensaba en que podría ser lo "especial" de aquel paseo.